martes, 20 de mayo de 2025

LAS AGUAS DEL SUBACHOQUE ABRAZARON A VICENTA Y TRÁNSITO (Literalización de una leyenda tradicional madrileña)

 

LAS AGUAS DEL SUBACHOQUE ABRAZARON A VICENTA Y TRÁNSITO

(Literalización de una leyenda tradicional madrileña)[1]

Por: Nabonazar Cogollo Ayala

 

Una de las leyendas tradicionales del viejo Serrezuela que han traído las entretelas de los tiempos ha sido aquella que da cuenta del triste final de Vicenta Martínez de Madrid, la esposa del abogado, escritor y académico colegial rosarista[2], don Pedro Fernández Madrid. Y su fiel ama de llaves, la señora Tránsito Ospina[3], quien era oriunda del vecino municipio de Chía – Cundinamarca, hija del administrador de la hacienda San Pedro de propiedad de don José María Castro de Uricoechea. Tanto Vicenta como Tránsito acabarían sus días entre las frías y cristalinas aguas del río Subachoque el 29 de mayo de 1880.

Pedro había manifestado especial predilección por la calma, la quietud y los baños medicinales en Serrezuela. Hacia el año de 1864 Pedro y Vicenta habían fijado su residencia veraniega en la entonces fría población cundinamarquesa, a escasos 21 kilómetros de la capital de la república, por el viejo camino que conectaba a la capital del país con Cuatro esquinas[4] y Facatativá, respectivamente. De esta manera el atareado y ya cansado Pedro hallaba refugio y descanso a sus múltiples labores como catedrático y hombre de Estado. De otra parte, también halló refugio medicinal a sus tempranas dolencias, pese a sus escasos 47 años de existencia. Entre aquella florida campiña serrezueleña se habían levantado sus cuatro hijos, a saber: Rosalía, Alejandrina, Pedro Vicente y Camilo.

Corría el florido mes de mayo, doña Vicenta Martínez de Madrid decidió acompañar a su fiel ama de llaves, doña Tránsito Ospina, a las orillas del impetuoso río Subachoque, donde aquella usualmente lavaba su ropa y la de la familia, en el sitio conocido como Las lavanderas. De esta forma Vicenta calmaba un poco su alma atormentada, debido a que su amado Pedro había fallecido aquel fatídico 8 de febrero de 1875. A la señora se la veía aún entristecida y un poco pesada de peso, pero ella apreciaba sobremanera los baños de agua fría en el Subachoque, a semejanza de su fallecido Periquito[5].  La tarde estaba alegre bañada por un delicioso sol de mayo, así que Vicenta decidió aligerarse de ropas, colocarse el camisón de baño habitual en las mujeres por aquellas épocas y sumergirse en las aguas del cristalino río. Poco previsiva la señora se alejó demasiado de la orilla y las aguas del Subachoque en un rápido violento la llevaron al centro del río, donde la bañista ya era totalmente cubierta por las traicioneras linfas…

- ¡Tránsito, auxilio, auxilio, que me ahogo!

- ¡Mi señora! Resista que ya la salvo…

Y abandonando el jabón y la espumadera, Tránsito se arrojó también a las aguas, en pro de rescatar a su señora. Tránsito había aprendido a nadar en su natal Chía, pero el sobrepeso de Vicenta y los kilos de la rescatista hicieron lo suyo. Ambas señoras fueron perdiendo las fuerzas hasta que Vicenta se desmayó y Tránsito ya no pudo sobreaguar con el peso de las dos. La pequeña Catalina veía desde las orillas el desenlace cruel de los sucesos y se llevaba las manos a la cabeza implorando al Dios del cielo que salvara a su madre. Al caer de la tarde Tránsito y Vicenta habían perecido ahogadas en el pequeño brazo fluvial del Subachoque sin que nadie hubiera podido evitarlo. Este hecho consternó a la población, que se volcó toda sobre la pequeña capilla para darle el último adiós a estas apreciadas señoras. Aquella tarde del 29 de mayo de 1880 y sin proponérselo Vicenta partiría a las regiones de la eternidad a reunirse con su amado Pedro, dejando tras de sí las historias de sus amores como pareja, lo cual ha devenido en leyenda local. Un soneto laudatorio recuerda este hecho perenne, con visos románticos, en la memoria de los madrileños:

VICENTA

 (Soneto)

Se bañaba Vicenta en aquel río

De aguas cristalinas, traicioneras…

Donde cantan las brisas lisonjeras

Un réquiem a don Pedro en el estío.

 

Hermosa como Ofelia en el sombrío

Sumerge entre las linfas sus caderas;

Y haciendo con sus manos regaderas

Susurra la ilusión de su amorío.

 

Prosigue la señora aguas adentro

Sus pies con gran cuidado van tanteando

El lecho ya alejado de la orilla…

 

- ¡Cuidado, mi señora! - ¡Me concentro!

El río en turbulencias va llevando

Mi plácida existencia en navecilla.

 

Madrid – Cundinamarca, octubre 16 de 2017

Fuente: Cogollo Ayala, Nabonazar. La Leyenda de Totachagua. Ed. Convenio: Colsubsidio-Alcaldía Municipal, Bogotá, 2019.

[1] INFORMANTE: ALFONSO CASASBUENAS PINZÓN. Septiembre de 2017. Cfr. AGUILERA, Miguel. Historia del pueblo de Serrezuela. Boletín de Historia y Antigüedades. Números 423 a 425. Eds. Academia Colombiana de Historia, 1952 (aprox.).

[2] ROSARISTA: Gentilicio institucional de los que estudian o egresan de las aulas del célebre Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Afamada universidad de Bogotá, fundada en el año de 1653 por Fray Cristóbal de Torres de la Orden de los Padres Dominicos. (Orden de Predicadores).

[3] MARÍA DEL TRÁNSITO: Era un nombre común entre las gentes del pueblo por aquellas épocas, como una forma de rendir homenaje a la virgen de Nuestra Señora del Tránsito. La capilla del mismo nombre se ubicaba en la vecina población de Fontibón, desde los tiempos coloniales.

[4] CUATRO ESQUINAS: Antiguo nombre del municipio de Mosquera – Cundinamarca; vecino de Madrid.

[5] PERIQUITO: Denominación cariñosa que le daba su familia a Pedro Fernández Madrid. Le vino dada por su padre, el patriota cartagenero don José Fernández de Madrid, quien dejó constancia de ello en un simpático poema titulado Mi bañadera. Cfr. NÚÑEZ SEGURA, José A. Literatura Colombiana. Sinopsis y comentarios de autores representativos. Eds. Stella. Bogotá (Colombia), 1962. Pág. 145





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