LAS AGUAS DEL SUBACHOQUE ABRAZARON A
VICENTA Y TRÁNSITO
(Literalización de una leyenda
tradicional madrileña)[1]
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
Una de las leyendas tradicionales del viejo Serrezuela que
han traído las entretelas de los tiempos ha sido aquella que da cuenta del
triste final de Vicenta Martínez de Madrid, la esposa del abogado, escritor y
académico colegial rosarista[2],
don Pedro Fernández Madrid. Y su fiel ama de llaves, la señora Tránsito Ospina[3],
quien era oriunda del vecino municipio de Chía – Cundinamarca, hija del
administrador de la hacienda San Pedro
de propiedad de don José María Castro de Uricoechea. Tanto Vicenta como
Tránsito acabarían sus días entre las frías y cristalinas aguas del río
Subachoque el 29 de mayo de 1880.
Pedro había manifestado especial predilección por la calma,
la quietud y los baños medicinales en Serrezuela.
Hacia el año de 1864 Pedro y Vicenta habían fijado su residencia veraniega en
la entonces fría población cundinamarquesa, a escasos 21 kilómetros de la
capital de la república, por el viejo camino que conectaba a la capital del
país con Cuatro esquinas[4]
y Facatativá, respectivamente. De
esta manera el atareado y ya cansado Pedro hallaba refugio y descanso a sus
múltiples labores como catedrático y hombre de Estado. De otra parte, también
halló refugio medicinal a sus tempranas dolencias, pese a sus escasos 47 años
de existencia. Entre aquella florida campiña serrezueleña se habían levantado
sus cuatro hijos, a saber: Rosalía, Alejandrina, Pedro Vicente y Camilo.
Corría el florido mes de mayo, doña Vicenta Martínez de
Madrid decidió acompañar a su fiel ama de llaves, doña Tránsito Ospina, a las
orillas del impetuoso río Subachoque, donde aquella usualmente lavaba su ropa y
la de la familia, en el sitio conocido como Las
lavanderas. De esta forma Vicenta calmaba un poco su alma atormentada,
debido a que su amado Pedro había fallecido aquel fatídico 8 de febrero de
1875. A la señora se la veía aún entristecida y un poco pesada de peso, pero
ella apreciaba sobremanera los baños de agua fría en el Subachoque, a semejanza
de su fallecido Periquito[5]. La tarde estaba alegre bañada por un
delicioso sol de mayo, así que Vicenta decidió aligerarse de ropas, colocarse
el camisón de baño habitual en las mujeres por aquellas épocas y sumergirse en
las aguas del cristalino río. Poco previsiva la señora se alejó demasiado de la
orilla y las aguas del Subachoque en un rápido
violento la llevaron al centro del río, donde la bañista ya era totalmente
cubierta por las traicioneras linfas…
- ¡Tránsito, auxilio,
auxilio, que me ahogo!
- ¡Mi señora! Resista
que ya la salvo…
Y abandonando el jabón y la espumadera, Tránsito se arrojó
también a las aguas, en pro de rescatar a su señora. Tránsito había aprendido a
nadar en su natal Chía, pero el sobrepeso de Vicenta y los kilos de la
rescatista hicieron lo suyo. Ambas señoras fueron perdiendo las fuerzas hasta
que Vicenta se desmayó y Tránsito ya no pudo sobreaguar con el peso de las dos.
La pequeña Catalina veía desde las orillas el desenlace cruel de los sucesos y
se llevaba las manos a la cabeza implorando al Dios del cielo que salvara a su
madre. Al caer de la tarde Tránsito y Vicenta habían perecido ahogadas en el
pequeño brazo fluvial del Subachoque sin que nadie hubiera podido evitarlo.
Este hecho consternó a la población, que se volcó toda sobre la pequeña capilla
para darle el último adiós a estas apreciadas señoras. Aquella tarde del 29 de
mayo de 1880 y sin proponérselo Vicenta partiría a las regiones de la eternidad
a reunirse con su amado Pedro, dejando tras de sí las historias de sus amores
como pareja, lo cual ha devenido en leyenda local. Un soneto laudatorio
recuerda este hecho perenne, con visos románticos, en la memoria de los
madrileños:
VICENTA
(Soneto)
Se bañaba Vicenta en aquel río
De aguas cristalinas, traicioneras…
Donde cantan las brisas lisonjeras
Un réquiem a don Pedro en el estío.
Hermosa como Ofelia en el sombrío
Sumerge entre las linfas sus caderas;
Y haciendo con sus manos regaderas
Susurra la ilusión de su amorío.
Prosigue la señora aguas adentro
Sus pies con gran cuidado van tanteando
El lecho ya alejado de la orilla…
- ¡Cuidado, mi señora! - ¡Me concentro!
El río en turbulencias va llevando
Mi plácida existencia en navecilla.
Madrid – Cundinamarca, octubre 16 de 2017
[1]
INFORMANTE: ALFONSO CASASBUENAS PINZÓN. Septiembre de 2017. Cfr. AGUILERA,
Miguel. Historia del pueblo de
Serrezuela. Boletín de Historia y Antigüedades. Números 423 a 425. Eds.
Academia Colombiana de Historia, 1952 (aprox.).
[2]
ROSARISTA: Gentilicio institucional de los que estudian o egresan de las aulas
del célebre Colegio Mayor de Nuestra Señora
del Rosario. Afamada universidad de Bogotá, fundada en el año de 1653 por
Fray Cristóbal de Torres de la Orden de los Padres Dominicos. (Orden de
Predicadores).
[3]
MARÍA DEL TRÁNSITO: Era un nombre común entre las gentes del pueblo por
aquellas épocas, como una forma de rendir homenaje a la virgen de Nuestra
Señora del Tránsito. La capilla del mismo nombre se ubicaba en la vecina
población de Fontibón, desde los tiempos coloniales.
[4]
CUATRO ESQUINAS: Antiguo nombre del municipio de Mosquera – Cundinamarca;
vecino de Madrid.
[5]
PERIQUITO: Denominación cariñosa que le daba su familia a Pedro Fernández
Madrid. Le vino dada por su padre, el patriota cartagenero don José Fernández
de Madrid, quien dejó constancia de ello en un simpático poema titulado Mi bañadera. Cfr. NÚÑEZ SEGURA, José A. Literatura Colombiana. Sinopsis y
comentarios de autores representativos. Eds. Stella. Bogotá (Colombia),
1962. Pág. 145
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