sábado, 10 de junio de 2023

EL CERRO ZITAGUA COMO SÍMBOLO DE PAZ EN SUGASUCA (Cuento con base mítico-legendaria local)

 

 



EL CERRO ZITAGUA COMO SÍMBOLO DE PAZ EN SUGASUCA

(Cuento con base mítico-legendaria local)

Por: Nabonazar Cogollo Ayala

 

Cuentan los viejos en Madrid y los más viejos entre los viejos que de las cristalinas aguas de la laguna de La Herrera solía salir en las noches de luna llena una enorme serpiente negra con unos colmillos como puñales y ojos como brasas encendidas. Aquella pavorosa serpiente era enviada por Huitaca, la malvada diosa muisca de las lluvias torrenciales, los terremotos y las plagas. ¿Y por qué la mandaba? Porque en el pueblito de familias muiscas que estaba en este territorio gobernaba el capitán indígena Sugasuca o Subiasuca. La rencorosa Huitaca exigía sacrificios de los niños del pueblo y como no se los daban, entonces enviaba aquella terrible serpiente negra las noches de luna llena para que se comiera a los hijos pequeños de las familias muiscas y vaciara también, con  su terrible lengua abierta en dos, los vientres de las señoras embarazadas. El capitán Sugasuca salió en varias noches junto con los guerreros jóvenes más acuerpados del pueblo en búsqueda del terrible monstruo, pero nunca lo hallaban, porque este se zambullía habilidosamente en las aguas de la laguna para escapar de su castigo. Este pueblo sufría mucho entonces por el azote de la diosa Huitaca y la cruel serpiente que significaba la muerte de sus vástagos y por ende de su futuro.  

 

Pasó entonces que, andando a pie desde el vecino poblado de Hontibón, llegó el gran sabio Bochica a quien también llamaban Neuterequetua, enviado de los dioses para educar y civilizar al pueblo. Sugasuca salió lloroso por la emoción y recibió con los brazos abiertos a aquel sabio emisario del gran Chiminigagua, dios creador y señor de las luces en el cielo.  Sugasuca lo acogió con grandes muestras de afecto y lo alojó en una hermosa casita circular en el centro del poblado con abundante provisión de agua y comida.

 

Aquella noche a la luz de una gran fogata le refirió los padecimientos de su pueblo por cuenta de la serpiente que cada luna llena mandaba la diosa Huitaca. Bochica montó entonces en cólera y le juró a Sugasuca y a su pueblo que en el próximo plenilunio libraría sin igual combate contra el ofidio para desterrarlo por siempre de aquel territorio amado. Tres días antes de la luna llena Bochica se dirigió a las orillas de la laguna La Herrera y se dispuso a prepararse espiritualmente para el sin igual combate que lo esperaba. El sabio entró desnudo hasta el cuello a aquellas aguas sagradas y se mantuvo ahí en actitud contemplativa meditando durante tres días enteros con sus noches. El último día cuando ya brillaba en el firmamento la luna como un gigantesco diamante ya Bochica estaba listo y espiritualmente fortalecido. Salió de la laguna al atardecer, comió después del prolongado ayuno y se armó de un poderoso bordón hecho con la sagrada madera del árbol conocido como Pedro Hernández en cuyo cuerpo había labrado símbolos mágicos y sagrados de gran poder combativo.  

 

Bochica se sentó entonces a las orillas de la laguna y aguardó a que brillara la luna para ver aparecer la serpiente. Al caer de la tarde los pajaritos sabaneros y las cigarras empezaron a cantar sus más bellas melodías. Bochica no se inmutaba en actitud contemplativa como el sabio varón que era, consentido pleno de los dioses. Cercana la hora en que las ranas cantan emergió en el firmamento el esplendor de la luna llena con toda la luz sobrecogedora que el gran Chiminigagua le prestaba. Bochica entonces se paró en actitud altiva en un montículo cercano a la orilla y le gritó así a la serpiente que aún no se dejaba ver…

 

-¡Huitaca, Huitaca! ¿Dónde estás? Ahora que emergió en el firmamento la gran diosa Chía de la luna… ¿Por qué no mandas a tu monstruo asesino? ¡No se volverá a comer un solo niño más de Sugasuca porque aquí estoy yo para defenderlos! ¡Este pueblo me es sagrado y lo amo como el que más! ¡Pueblo amado donde reinan la paz y la concordia! ¡Aparece, ven y pelea, monstruo asesino!

 

Terminadas estas palabras retadoras las aguas de la laguna se rebulleron de manera violenta y en el corazón del gran cuerpo de agua comenzó a emerger la cabeza intimidante de aquel monstruo con ojos de fuego. Enfiló entonces su enorme cabeza trapezoidal hacia el montículo donde estaba Bochica, mientras su gigantesco y elástico cuerpo se contorsionaba amenazador elevando la estatura de la serpiente varias decenas de metros.  El animal le lanzó un primer mordisco a Bochica quien lo esquivó apenas a tiempo. Pero los lances se repitieron uno tras otro con rapidez, hasta que uno de ellos rasgó la túnica sagrada del sabio quien cayó al suelo con varias contusiones en el cuerpo y algunas heridas.  Estando en tierra imploró la ayuda de Chiminigagua. En el cielo unos negros nubarrones se encresparon y un poderoso relámpago a la manera de un látigo de fuego golpeó en el bordón de Bochica. La herramienta se convirtió instantáneamente en una espada de fuego. El sabio se incorporó animado por esta ayuda repentina y lanzó entonces una poderosa descarga flamígera contra la serpiente a la manera de un rayo que rasgó la piel de la aparición. Esta última se revolvió furiosa entre dolor y espanto ante aquel inesperado y fulminante ataque.  ¡Los chillidos de la serpiente se escuchaban a varias leguas de distancia y llegaron hasta los bohíos del poblado donde la gente estaba resguardada en sus casas orándoles a los dioses por la victoria de Bochica! El animalejo aquel se contorsionaba porque el embate había sido mortal. Entre agónicos estertores el gigantesco cuerpo de la serpiente cayó pesadamente cerca del poblado haciendo temblar la tierra entre los últimos espasmos. Chiminigagua hizo brillar más las estrellas en el firmamento y lanzó luces celestiales sobre aquel moribundo cuerpo negro que empezó a adherirse mágicamente al suelo de la sabana, para convertirse gradualmente en el Cerro de las Siete Jorobas. Bochica miró aquel prodigio con rostro sereno y dijo entonces con voz tonante…

 

-Amado pueblo de Sugasuca, ya te he librado de esta maldición con la ayuda y el poder del Gran Chiminigagua. ¡Ahora este cuerpo del mal se convierte, por el poder de los dioses, en un hermoso cerro que se llamará desde hoy Zitagua o Cerro de la Culebra! ¡En la cabeza de este cerro vivirás para siempre, Sugasuca, para que pises con tus pies la cabeza de la serpiente como símbolo de dominación y triunfo!

 

Sugasuca y sus hombres armados que vieron aquella feroz contienda ocultos entre los follajes de la orilla de la laguna habían salido ya de sus escondites y le daban palmas y vítores a Bochica victorioso… La quietud de las aguas de la laguna que hacía pocos momentos había regresado luego de la feroz pelea, se volvió a ver turbada ahora por unos maravillosos canticos de paz y victoria entre la niebla de su atmósfera…  

 

-¡Que viva Bochica, señor del triunfo, la concordia y la tranquilidad en la tierra de nuestros padres! ¡Que viva Bochica el sabio, el hombre aconsejador, el orientador!

 

Bochica entonces se hincó de rodillas y besó el suelo del territorio de Sugasuca, cogió emocionado entre sus manos un gran puñado de tierra y lo elevó en actitud ceremonial hacia los cielos diciendo estas palabras:

 

-¡Esta tierra sagrada la consagro y bendigo como tierra de paz, concordia y tranquilidad! Aquí un día llegarán los hijos del día y en ella se aposentarán, pero aun así, seguirá siendo tierra de paz en el confín de los siglos y el tiempo ilímite; porque los dioses de nuestros padres y abuelos así lo decidieron…  ¡Gloria a los dioses de las alturas!

 

Al amanecer en la laguna un coro de copetones y de mirlas elevó un hermosísimo canto a la manera de un himno de Victoria a Bochica, que le daba la bienvenida a la paz y la concordia en el ancestral territorio del capitán Sugasuca. Este último construyó su bohío principal en la anchurosa cabeza de piedra y morrenas del cerro Zitagua, desde donde dominaba todo el territorio que gobernaba el cual se admiraba lleno de frondosos maizales y lagunas donde emerge la vida.  Uno de los dos promontorios que hacían las veces de cuernos de la serpiente existe hoy en día con el nombre Piedra del Diablo y de ese peñasco se cuentan prodigios maravillosos. En el otro promontorio se aprecian dibujos grabados en la piedra que confieren a quien los observa una sensación indescifrable de paz, serenidad y tranquilidad que parece  que viniera de las alturas.   Y quien logra llegar a la parte más alta del cerro nota cómo de manera inexplicable en su alma resuenan unos versos tranquilizadores, cuyas primeras líneas dicen quizás así…

 

¡Sugasuca, Subiasuca! ¡Tierra amada de los padres!

Cuya historia difumina su grandeza entre los tiempos…

¡Eres paz, eres labranza, juventud que lucha y sabe

Las grandezas ancestrales de tu historia en sus comienzos!

 

Si tu nombre convirtieron en Madrid o Serrezuela,

Si tu suelo fue acuarela del maíz en lontananza…

¡Hoy emerges con el fuego de la paz que es tu bandera!

¡Hoy levantas en tu cerro el pedestal de la esperanza!

 

¡Sugasuca, Subiasuca! ¡Tierra amada de los padres!

Hoy tus hijos te juramos defender aquel legado…

Que nos llega en la leyenda del abuelo que más sabe

¡Como un sol identitario entre la paz reconquistado!

 

Madrid, Cundinamarca

Octubre 24 de 2019