domingo, 1 de mayo de 2022

EL COPETÓN Y LA MIRLA (Fabula)

 


EL COPETÓN Y LA MIRLA

 (Fabula)

Por: Nabonazar Cogollo Ayala

En el parque madrileño de encantada inflorescencia,

Entre luz e incandescencia se admiraba un copetón.

Laborioso cual ninguno transportaba en diligencia,

En su pico, de hojas secas y pajitas, un montón.

 

- ¡Hola fiel copetoncito! Lo saluda el jardinero

Don Gabriel quien va regando las cecilias sin parar…

- ¡Buenos días Gabrielito! ¡Terminar mi nido quiero

Donde nazcan los polluelos de mi esposa en el hogar.

 

- ¡Mucho quiero a mi adorada! Quiero verla como reina

Majestuosa y coronada en su magnífico nidar…

-Pues recubre tu nidito, la llovizna lo despeina;

-Solo un poco, yo lo cubro… ¡Mi castillo sé cuidar!

 

-Agradezco tus palabras, jardinero inolvidable…

Con los líquenes más secos mi casita queda bien.

La resguardo de las lluvias al alero memorable

De las casas coloniales que recatan este edén.

 

Se despide el jardinero con su fresca regadera

Mientras tanto su trabajo lo prosigue el copetón.

Doña Mirla aquello escucha muy en alto en la palmera,

Y pretende aprovecharse de la fácil situación.

 

Pasan días y el trabajo del hermoso pajarillo

Dio sus frutos con ternura… bello nido ya se ve.

Doña Rosa Copetona, pone blanco huevecillo

En el cuenco acurrucado de aquel tibio canapé.

 

Y vinieron otros tantos, la familia copetona

Cuando nazcan los polluelos cuatro pájaros tendrá.

Doña Rosa es la princesa cuyos huevos amontona

Calentándolos bien juntos, su calor prodigará.

 

Ubicado bajo el dombo de unas tejas coloradas

En el techo de una casa colonial en su perfil.

Se admiraba aquel nidito defendido de alboradas

Y del hielo de los vientos del florido mes de abril.

 

Tita Mirla aprovechando que salió la copetona

Se coló, la muy ladrona, en el risueño pajaral.

Con su pico botó al suelo dos huevitos, se apoltrona

Como reina en aquel nido donde puja hasta el final.

 

Puso un par de huevecillos de azulados cascarones

Los que exceden en tamaño los del huevo copetón.

Y ya luego que los puso, se escabulle entre portones,

Regresando a la palmera que es su tibia habitación.

 

Cuando Rosa Copetona se devuelve a su nidito

Lo percibe muy extraño… ¡Cosa rara sucedió!

De sus cuatro huevecillos, ahora dos son azulitos

Y en tamaño exagerado… ¡El calor los agrandó!

 

Sin pensarlo demasiado, doña Rosa Copetona

Se acomoda nuevamente en su nidar sin vacilar.

Y prosigue calentando en posición que desentona …

¡Pronto, pronto mis polluelos deberán eclosionar!

 

Le pasaron varios días, se quebrantan cascarones

Los polluelos copetones son primeros al nacer;

- ¡Madre tengo mucha hambre!  Quiero fiambre a borbotones,

¡De las flores sus botones para así poder crecer!

 

Y los huevos de la mirla aún se tardan en quebrarse

Al llegar dos días más tarde son de joven condición.

Finalmente eclosionaron… ¡Y qué extraños de mirarse!

Son enormes sus polluelos, con plumajes de carbón.

 

Los polluelos de la mirla son más grandes que la madre

Sustituta que en el nido copetón los calentó.

Doña Rosa no se inmuta, los acepta, igual el padre

¡La familia es bien extraña! Tita Mirla se ocultó.

 

Cierto día salen todos hacia el parque en su paseo

Don Gabriel quien los observa la cabeza se rascó…

-Mi señor copentocillo, yo lo veo y no lo creo:

¿Por qué lucen desiguales tus polluelos, digo yo?

 

- ¡Don Gabriel! Eso sucede fácilmente en la familia

Copetona, en el trascurso de los tiempos es normal.

Unos lucen pequeñitos como el padre en su vigilia,

Otros grandes con plumajes de negrura sin igual.

 

- ¿De seguro? ¿No será que les cambiaron los huevitos?

- ¡Ni lo pienses, jardinero! Que yo mucho los cuidé.

Eso es parte de la historia de mi pueblo pajarito:

¡Unos salen pequeñitos y otros grandes! ¡Yo doy fe!

 

 Esta charla la escuchaba Tita Mirla acurrucada

En lo alto de la rama de un magnífico arrayán.

- ¡Pobre tonto! Justifica mi magnífica jugada,

Sin saber que lo he engañado con astucia y sin afán.

 

Ser ingenuo en esta vida donde el pícaro nos roba

Y aprovecha los esfuerzos del febril trabajador.

Hoy lo evita la persona inteligente que no es boba,

Con sus ojos bien abiertos y su espíritu avizor.

 

La lección del copetón a quien engaña astuta mirla

La repiten las leyendas del Madrid encantador.

Hoy debemos aprenderla y los niños repetirla,

¡Para luego discernirla cual consejo de valor!

 

Madrid (Cundinamarca)

Septiembre 17 de 2017