martes, 11 de julio de 2017

LA CASA QUIJANO (Poema)


LA CASA QUIJANO
Por: Nabonazar Cogollo Ayala

¡Bienvenido visitante! Te recibo amablemente,
Ven, recorre las estancias de esta casa señorial…
Donde el tiempo se percibe detenido en el presente,
De un ayer que cuenta historias con misterio existencial.

En el viejo Serrezuela con sus casas solariegas
Y a la orilla de un riachuelo cristalino en su fluir…
Levantóse esta morada con sus trazas tan manchegas,
Y una egregia arquitectura de mozárabe existir.

Con catorce habitaciones y zaguanes de arabescos,
Recatada con adobes de magnífico grosor…
Se levantan fuertes muros entre espacios siempre frescos
Donde crecen azucenas de aromático primor.

Fue la Casa de Quijanos, los que un día establecieron,
Nuevos fundos en la tierra del febril Tibaitatá…
Y con ansias futuristas estos techos construyeron,
Con aleros y con tapias que se alzaban más allá.

Albergó generaciones de lejanos descendientes
De españoles que vinieron con Quesada a conquistar…
El Imperio de los Chibchas, de lagunas florecientes,
Y destellos hechos de oro a la luz crepuscular.

En la niebla sabanera se ocultaban los caballos
Que arribaban a la casa al cobijo del hogar…
Mientras tanto la patrona, entre espléndidos serrallos,
Aguardaba por los hijos que tardaban en llegar.


Los diciembres eran bellos y el pesebre majestuoso
Entre musgos de frescura se extendía en el salón.
Ofrecían las guitarras, con su cántico armonioso,
Infantiles villancicos de una rancia tradición.

Y los viejos se sentaban a contarse añejos cuentos,
Los muchachos recorrían vericuetos del solar…
La febril caballeriza perfumada por los vientos,
Entre olores a boñiga era un mundo por mirar.

Se alumbraban con espermas y linternas de higuerilla
Que ofrecían temblorosas sus candelas de emoción…
Era húmedo el ambiente porque el sol no siempre brilla,
La neblina se sentía como un velo en su extensión.

Ven te enseño esta salita del recibo de visitas,
Era íntima y menuda cual capilla de oración.
Tuvo muebles europeos, porcelanas y tacitas
Que ofrecían las dulzuras de canela con cidrón.


En los amplios corredores del cuadrángulo del centro
Se pintaron medallones de un anónimo pintor…
Representan sus paisajes un bucólico reencuentro
Con los tiempos de los trenes, de los arcos y el verdor.

Aquí hubo biblioteca y allá cama endoselada,
con cenefas entre velos sobre el tálamo nupcial…
El amor nació tan puro como el sol de madrugada
Y creció la parentela del sarmiento original.

La cocina era muy amplia con baldosas españolas
De la hornilla poco queda, crepitaba en la cocción…
Cuando el leño deshacía su entramado en fumarolas,
E irrumpían las candelas de su cuerpo en combustión.


En el patio jardinero se extendían los aleros
Que en cuadrado lo cercaban con la tapia de pisón.
Allí están los dormitorios del servicio, los caseros
Tributaban diligentes el trabajo a su patrón.


Cuatro cuadros hoy nos quedan de los muchos que adornaron
Estos muros blanquecinos con su historia por contar…
Aquí hay daguerrotipos, linotipias que llevaron
La memoria a tiempos viejos que no quieren olvidar.

Apreciado visitante esta casa que hoy has visto
Ya le ha hablado a tu conciencia con pretérito decir…
No la olvides aquí vive en su aureola un Jesucristo,
Carboncillos hechos cuadro y hasta un lienzo de zafir.

Entre muros y barandas de madera recortada,
Esta casa fue la cuna de una parte de Madrid;
¡No la olvides visitante!  Cuando avistes la alborada
Tu memoria ha de llevarte a los vástagos del Cid.

Serrezuela aquí palpita y Madrid la de don Pedro,
Con sus cantos y leyendas de misterios por doquier.
Te esperamos visitante, siempre altivos como un cedro,
Los que amamos a esta casa como un templo del ayer.



Madrid (Cundinamarca)
Junio 14 de 2017