martes, 20 de mayo de 2025

 

BOCHICA O NEUTEREQUETUA LLEGA A SAGAZUCA

Por: Nabonazar Cogollo Ayala

Los antiguos muiscas hablaban en su cultura de edades, para hacer un cómputo lineal regresivo del tiempo. Una edad era un periodo de tiempo de aproximadamente setenta años, entendiéndose por año el ciclo luni-solar de 365 días. Estos datos los aporta el cronista español Fray Pedro Simón (1574-1628) en su afamada obra titulada Noticias Historiales. En esta obra cuenta Fray Pedro Simón lo siguiente:

“A que ayuda mucho una tradición certísima que tienen todos los de este Reino, de haber venido a él, veinte edades, y cuentan en cada edad setenta años, un hombre no conocido de nadie, ya mayor en años y cargado de lanas, el cabello y barba larga hasta la cintura, cogida la cabellera con una cinta, de quien ellos tomaron el traer con otros cogidos los cabellos como los traen, y el dejarles crecer. Andaba los pies por el suelo sin ningún calzado, una alma galafa o manta puesta con un nudo hecho de las dos puntas sobre el hombro derecho, y por vestido una túnica sin cuello hasta las pantorrillas, a cuya imitación andan también descalzos y con este modo de vestido; aunque a la túnica han llamado los españoles camiseta y a l capa o alma galafa, manta, si bien ya no se usa en todas partes el traer el nudo dado al hombro con las puntas. (…)

Dicen que vino (Bochica) por la parte del este, que son los llanos que llaman continuados de Venezuela, y entró a este Reino por el pueblo de Pasca, al sur de esta ciudad de Santafé, por donde ya dijimos había entrado con su gente Nicolás de Federmán. (A este Bochica) pusieron dos o tres nombres, según la variedad de lenguas que había por donde pasaba, porque en este Reino pocos eran los pueblos (como ya hemos dicho) que no tuviesen diferentes lenguas, como hoy las tienen. Y así en este valle de Bogotá comúnmente le llamaban Chimizapagua, que quiere decir mensajero del Chiminigagua, que es aquel supremo Dios a quien conocían por principio de la luz y de las demás cosas, porque gagua en su lengua es lo mismo que el sol por la luz que tiene. Y así a los españoles, entendiendo que eran sus hijos, a los principios que entraron, no supieron darles otro más acomodado nombre que el del mismo nombre sol, llamándole gagua, hasta que los desengañaron con sus crueldades y malos tratamientos. Y así les mudaron el nombre llamándoles Suegagua que quiere decir diablo o demonio con luz, porque con este nombre Suétiva nombra al diablo, y este le dan a los españoles”[1].

Bochica fue una especie de predicador indígena, quien llegaba ceremonialmente entonces a una serie de poblados en el Imperio Muisca, siendo recibido muy alegremente por los anfitriones. Les enseñaba a labrar la tierra, a tejer mantas con hilazas de algodón americano. Una vez elaboradas las mantas, les enseñaba a estamparlas mediante un ingenioso sistema de rodillos elaborados en cerámica, que iban labrados con figuras mitológicas decorativas. Aparte de enseñarles novedosas técnicas de labranza y producción de cerámica y tejidos, les enseñaba normas y pautas de comportamiento social, como amarse y respetarse unos a otros.

Complementa así Fray Pedro Simón:

“Desde allí (Pasca), vino (Bochica) al pueblo de Bosa, donde se le murió un camello que traía, cuyos huesos procuraron conservar los naturales, pues aún hallaron algunos los españoles en aquel pueblo cuando entraron, entre los cuales dicen que fue la costilla que adoraban en la lagunilla llamada Baracio los indios de Bosa y Soacha.  (…) Desde Bosa fue el pueblo de Hontibón, al de Bogotá, Serrezuela y Cipacón, desde donde dio la vuelta a la parte del norte, por las faldas de la sierra”[2].

Fue así como Bochica habría llegado en su paso por la sabana, a las tierras de Serrezuela, en tiempos en que estas se denominarían Sagazuca. A su breve paso por las tierras de nuestro municipio es noticia local que se enfrentó con una gigantesca serpiente que depredaba a las doncellas y niños del territorio. Bochica la combatió triunfalmente convirtiéndola en el cerro Zitagua o montaña de las siete jorobas. Debido a las habladurías que a sus espaldas se daban, lloró una tarde junto al Subachoque, sus lágrimas se convirtieron en negras tinguas y decidió seguir su camino hacia Zipacón y luego hacia Cota, en su labor humanitaria de predicación y enseñanza.



Fuente: Cogollo Ayala, Nabonazar. La Leyenda de Totachagua. Ed. Convenio: Colsubsidio-Alcaldía Municipal, Bogotá, 2019.



[1] FRAY PEDRO SIMÓN. Noticias Historiales. Eds. Banco Popular. Bogotá (Colombia), 1977. Vol. III, págs. 374 y 375

[2] Op. Cit. Vol. III, págs. 374 y 375


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