domingo, 21 de febrero de 2016

EN EL SERREZUELA DE ANTAÑO SE TRAZÓ PARTE DE LA HISTORIA DE LA COLOMBIA CONTEMPORÁNEA


EN EL SERREZUELA DE ANTAÑO SE TRAZÓ PARTE DE LA HISTORIA DE LA COLOMBIA CONTEMPORÁNEA
Por: Nabonazar Cogollo Ayala

Un discutible concepto que disocia el pasado próximo y remoto con la tendencia a la actualización en un presente que tiende a la homogeneización urbanística, calcada sobre el modelo de ciudad que Bogotá ha venido construyendo década tras década, ha venido condenando al patrimonio arquitectónico del municipio de Madrid (Cundinamarca) a la implacable lógica de la pica y la demolición. En esas añejas e imponentes residencias del marco del parque Pedro Fernández de Madrid, se tejió una parte significativa de la historia nacional. Pedro Aquilino López y su señora, doña Rosario Pumarejo de López tomaron una de esas casas en arriendo comenzando el siglo XX, para tomar un descanso de unos meses, en el duro camino que desde Honda (Tolima), pasando por las estaciones intermedias de Guaduas y Facatativá, entre otras, conducía a la fría y neblinosa Bogotá. Uno de sus numerosos hijos, un chicuelo vivaracho de ojos grandes y dientes cucharetos, correteaba entonces a sus escasos siete años, por entre esos solariegos patios, traspasando las cercas de tapia apisonada en las que nacía el grisáceo musgo sabanero. Ese niño no era otro que Alfonso López Pumarejo (1886 - 1959), él vivió unos meses en la actual Madrid, quién lo creyera. El presidente de la Revolución en marcha, que sentó las bases de la Colombia postmoderna. Un viejo busto fundido por el maestro Rodrigo Arenas Betancur, cuyo original se encuentra en el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá, así lo testimoniaba, en el antiguo parque central que hoy se denomina Serrezuela. Ese busto fue hurtado por vándalos que lo arrancaron de su nuevo pedestal a orillas del rio Subachoque, quizás para lograr pingües ganancias con la venta de su precioso bronce de reminiscencia griega. Clío, la musa de la historia, llora desconsolada ante este desconocimiento craso del pasado y unge sus ojos con gotas del frío húmedo de la sabana madrileña.  

En las faldas del cerro de los Sierra, se levanta imponente una vieja casona que se resiste todavía a ser demolida, pese a que la imparable dinámica de la constructora brasileña  Amarilo viene construyendo conjuntos habitacionales en lo que parece ser una ciudadela en ciernes dentro de Madrid. En la vieja hacienda de Casablanca Clío nos retrotrae del pasado al poeta José María Vergara y Vergara (1831-1972), quien absorto en sus pensamientos, acaso miraba por uno de los grandes ventanales de la casa, mientras con pluma entintada escribía su Historia de la Literatura en la Nueva Granada (1867) o quizás su entretenida novela costumbrista: Olivos y aceitunos todos son unos (1868). La hacienda Casablanca la había heredado de su abuelo por línea materna, don Antonio Vergara Azcárate y Dávila, quien había sido encomendero del “pueblo de indios de Serrezuela” por real cedula del rey de España expedida en 1650. Aquella vieja casa de los tiempos coloniales alguna vez fue visitada por el libertador Simón Bolívar quien acaso pernoctaría en ella, según lo atestigua una placa conmemorativa en una de sus habitaciones.  La poetisa Isabel Lleras de Ospina le cantó así a la hacienda Casablanca:
Al penetrar a Casablanca, el frío
De la humedad y del olvido siento;
En el recuerdo se hunde el pensamiento
Pero está mudo el caserón vacío.

Él tiene su lenguaje como el río,
Puede expresar su oculto  pensamiento,
Tiene una voz igual a la del viento;
¿Por qué no cuenta su dolor al mío?

Es que su voz no se oye, se adivina;
Es más que la del agua cristalina,
Más  expresiva que la voz humana.

Tiene una dulce y sin igual belleza:
La voz de Casablanca es la tristeza
Con que muere la tarde en la sabana.

La hacienda Casablanca había sido adquirida en el año 1900 por el hacendado multimillonario José María Sierra, de origen antioqueño, más conocido como don Pepe Sierra (1848-1921) y desde entonces pertenece a dicha familia. En ella vivieron don Pepe, doña Zoraida Cadavid de Sierra y su numerosa descendencia de 12 hijas y un único hijo.  Por esas cosas del destino, cuando doña Zoraida Cadavid falleció en 1921 en Paris (Francia), determinó mediante testamento la creación de un hogar para niñas pobres de Colombia, en el cual recibieran alimento tanto del cuerpo como del alma.  Dejó para ello la apreciable suma de dos mil quinientos pesos de la época, que equivalía a la séptima parte de su fortuna familiar. Así nació el Asilo Zoraida Cadavid de Sierra, que inició labores en la plaza España de Bogotá. En 1945 doña María Sierra, hija de doña Zoraida, determinó trasladarlo a Madrid, en donde ya se convirtió además en colegio, obra que posteriormente fuera abanderada por el nieto de doña Zoraida, Guillermo Gómez Sierra. Doña María adquirió para el efecto del traslado de la obra a Madrid, la vieja casona que había sido del presidente Rafael Reyes (1849-1921), esquinera sobre la plaza Pedro Fernández Madrid, en el centro colonial de la población.

Antigua casa esquinera del Gral. Rafael reyes. Obra del pintor madrileño
Nelson Rubio en la IED Serrezuela.


La residencia Reyes al paso de los años fue demolida para levantar el colegio Instituto Zoraida Cadavid de Sierra. La voluntad testamentaria de doña Zoraida  aún estremece y conmueve el alma en aquellas palabras que dejan ver la preocupación de un alma cristiana profundamente católica, por la suerte de las niñas abandonadas de Colombia:

Es deber social y de toda persona cristiana,  proteger a la niñez y a la juventud
de clases necesitadas.  Evitar los peligros de diversa índole a que se ven expuestos.

(Testamento de Doña Zoraida Cadavid de Sierra)

Y los momentos históricos representativos y con impacto nacional se siguen sucediendo, pero la crueldad de la brevedad del espacio hace sentir sus cortapisas. Veamos al menos uno más. El escritor, jurista y jurisconsulto nacido en Cuba pero de padres neogranadinos, don Pedro Fernández Madrid (1817-1875), también fue cautivado por la apacible tranquilidad y la belleza del paisaje sabanero del Serrezuela de antaño. Don Pedro fue hijo de don José Fernández Madrid, uno de los héroes cartageneros que desafiaron el poderío del imperio español al declarar la independencia absoluta de la Provincia de Cartagena de Indias aquel legendario 11 de noviembre de 1811; en un hecho inédito en la historia de Colombia por su denodado atrevimiento y temeridad. Vuelto a su trono Fernando VII luego de la derrota de Bonaparte en Waterloo, la reconquista de la rebelde Cartagena no se hizo esperar. Envió para el efecto al general Pablo Morillo quien, en hechos del conocimiento general, sitió a la rebelde ciudad hasta rendirla por efecto del hambre la peste, año de 1815. Don José Fernández Madrid huyó entonces hacia la isla de Cuba junto con su esposa, iniciando un exilio que duró hasta la expulsión definitiva de los españoles de tierras colombianas, por obra de la campaña libertadora de Simón Bolívar en 1819. Estando en la Habana (Cuba), nacería Pedro, quien al año siguiente sería llevado junto con toda la familia a Londres (Inglaterra) en virtud del nuevo trabajo de su padre. Don José, ya afianzada la emancipación colombiana, regresó a Colombia y fijó su residencia en la señorial Bogotá. Su hijo, Pedro, se graduó como abogado del Colegio Mayor del Rosario en 1838. Don Pedro Fernández y su esposa, doña Vicenta Martínez de Madrid, fueron cautivados por la belleza proverbial de Serrezuela. Fue así como adquirieron una casona colonial en el marco de la plaza (que posteriormente llevaría el nombre de Pedro) y de tiempo en tiempo viajaban a la localidad en busca de reposo y esparcimiento. Tuvieron varios hijos, a saber: Rosalía, Alejandrina, Pedro Vicente y Camilo. Es noticia local que una de sus hijas se ahogó irremediablemente en un humedal que existiera anteriormente en el sitio donde se ubica el Parque de las ballenitas, hoy inexistente; alimentado dicho cuerpo hídrico por cierto brazo del río Subachoque, que entonces tuviera abundante caudal. Dato este por confirmar. Ya en su vejez Pedro determinó residir definitivamente en la casa de Serrezuela, junto con su anciana esposa y la fiel cocinera y ama de llaves, doña Tránsito Ospina, de quien reza una lápida en el cementerio local: Se sacrificó por salvar la vida de la señora Vicenta Martínez de Madrid.

Tumba de don Pedro Fernández Madrid en el cementerio local de Madrid

Fallecido don Pedro Fernández los habitantes de Serrezuela se sintieron honrados por la especial predilección que el ilustre jurista, escritor y columnista profesara hacia el municipio; y determinaron cambiar el nombre de Serrezuela por el de Madrid, en homenaje a su memoria.  Esto ha llevado a uno que otro escritor desprevenido a afirmar que el municipio de Madrid fuera fundado por don Pedro Fernández Madrid, lo cual es falso. El proceso de poblamiento y eventual fundación de Madrid aún es materia de estudio y documentación. Cuando don Pedro y su señora determinaran comprar una casa de recreo en el entonces Serrezuela, ya la localidad existía desde el siglo XVI.
El proceso de transformación y modernización de Madrid sigue su cabalgata imparable y algunas casonas de estirpe clásica española han caído demolidas bajo este empuje transformador, lo cual tiene desconsolada a la musa de la historia y a los que nos decimos sus seguidores, ministros y voceros.  Finalizamos este evocador artículo con unas estrofas en las que el alma declara el amor incondicional hacia uno de los más bellos municipios de sabana occidente y un discreto coprotagonista en la historia de Colombia, que no por ello menos valioso.

Hermosa cual ninguna mi tierra madrileña
Se alza del occidente en el límpido confín…
Aquí yo vi la aurora dorada en la que sueña
Un pueblo de labriegos cual limpio serafín.

Mi tierra fue del muisca la patria idolatrada
Aquí se alzó el airoso y febril Tibaitatá…
Fue entonces Sagasuca, su tierra cultivada,
Y era la gran despensa del Zipa más allá.

Lagunas de cristales besaban su alta frente
Y un río majestuoso la supo fecundar.
Llegaron los  oidores, mi tierra mansamente
Le dio un giro a su historia de prístino solar.

La bella Serrezuela surgió entre aquella bruma
De historias y lagunas, bajo el cetro español.
Al pie de cordilleras cambió la piel del puma
Por sedas y abanicos, besados por el sol.

Hoy surge cual ninguna, Madrid republicana
La que cambió su nombre por dar figuración.
A Pedro de Fernández Madrid, el que dimana
Su pluma por doquiera, con casto corazón.

Te quiero tierra amada, porque nací en tu suelo,
Corrí entre tus jardines y tus brisas bebí…
Si un día fui marchado, los cuentos del abuelo
Trajeron el recuerdo que  me volvió hacia ti.

La plaza de tu centro, la casa de gobierno
El viejo Serrezuela y tus campos de verdor…
Me dicen: ¡Madrileño! Tu suelo es siempre tierno
¡Lucha por él pujante, con ímpetu y amor!

Levanta la bandera radiante de verdura
Del oro de los muiscas y blanco de la paz…
¡Y lucha con el alma por tu tierra tan pura!
Que eleva hacia el futuro su desafiante faz.
 

Busto en homenaje a don Pedro Fernández Madrid
En el parque central que lleva su nombre y honra su memoria

1 comentario:

  1. Es deber de sus actuales habitantes, conocer la historia de su municipio y defender su patrimonio arquitectónico y cultural. Sí al progreso con respeto a la herencia arquitectónica y cultural de Madrid.

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