EL
COPETÓN Y LA MIRLA
En el parque madrileño de encantada
inflorescencia,
Entre luz e incandescencia se admiraba un
copetón.
Laborioso cual ninguno transportaba en
diligencia,
En su pico, de hojas secas y pajitas, un
montón.
- ¡Hola
fiel copetoncito! Lo
saluda el jardinero
Don Gabriel quien va regando las cecilias sin
parar…
- ¡Buenos
días Gabrielito! ¡Terminar mi nido quiero
Donde
nazcan los polluelos de mi esposa en el hogar.
- ¡Mucho
quiero a mi adorada! Quiero verla como reina
Majestuosa
y coronada en su magnífico nidar…
-Pues recubre
tu nidito, la llovizna lo despeina;
-Solo
un poco, yo lo cubro… ¡Mi castillo sé cuidar!
-Agradezco
tus palabras, jardinero inolvidable…
Con los
líquenes más secos mi casita queda bien.
La
resguardo de las lluvias al alero memorable
De las
casas coloniales que recatan este edén.
Se despide el jardinero con su fresca
regadera
Mientras tanto su trabajo lo prosigue el
copetón.
Doña Mirla aquello escucha muy en alto en la
palmera,
Y pretende aprovecharse de la fácil
situación.
Pasan días y el trabajo del hermoso pajarillo
Dio sus frutos con ternura… bello nido ya se
ve.
Doña Rosa Copetona, pone blanco huevecillo
En el cuenco acurrucado de aquel tibio
canapé.
Y vinieron otros tantos, la familia copetona
Cuando nazcan los polluelos cuatro pájaros
tendrá.
Doña Rosa es la princesa cuyos huevos
amontona
Calentándolos bien juntos, su calor
prodigará.
Ubicado bajo el dombo de unas tejas coloradas
En el techo de una casa colonial en su
perfil.
Se admiraba aquel nidito defendido de
alboradas
Y del hielo de los vientos del florido mes de
abril.
Tita Mirla aprovechando que salió la copetona
Se coló, la muy ladrona, en el risueño
pajaral.
Con su pico botó al suelo dos huevitos, se
apoltrona
Como reina en aquel nido donde puja hasta el
final.
Puso un par de huevecillos de azulados
cascarones
Los que exceden en tamaño los del huevo
copetón.
Y ya luego que los puso, se escabulle entre
portones,
Regresando a la palmera que es su tibia
habitación.
Cuando Rosa Copetona se devuelve a su nidito
Lo percibe muy extraño… ¡Cosa rara sucedió!
De sus cuatro huevecillos, ahora dos son
azulitos
Y en tamaño exagerado… ¡El calor los agrandó!
Sin pensarlo demasiado, doña Rosa Copetona
Se acomoda nuevamente en su nidar sin
vacilar.
Y prosigue calentando en posición que
desentona …
¡Pronto,
pronto mis polluelos deberán eclosionar!
Le pasaron varios días, se quebrantan
cascarones
Los polluelos copetones son primeros al
nacer;
- ¡Madre
tengo mucha hambre! Quiero fiambre a
borbotones,
¡De las
flores sus botones para así poder crecer!
Y los huevos de la mirla aún se tardan en quebrarse
Al llegar dos días más tarde son de joven
condición.
Finalmente eclosionaron… ¡Y qué extraños de
mirarse!
Son enormes sus polluelos, con plumajes de
carbón.
Los polluelos de la mirla son más grandes que
la madre
Sustituta que en el nido copetón los calentó.
Doña Rosa no se inmuta, los acepta, igual el
padre
¡La familia es bien extraña! Tita Mirla se
ocultó.
Cierto día salen todos hacia el parque en su
paseo
Don Gabriel quien los observa la cabeza se
rascó…
-Mi
señor copentocillo, yo lo veo y no lo creo:
¿Por
qué lucen desiguales tus polluelos, digo yo?
- ¡Don
Gabriel! Eso sucede fácilmente en la familia
Copetona,
en el trascurso de los tiempos es normal.
Unos
lucen pequeñitos como el padre en su vigilia,
Otros
grandes con plumajes de negrura sin igual.
- ¿De
seguro? ¿No será que les cambiaron los huevitos?
- ¡Ni
lo pienses, jardinero! Que yo mucho los cuidé.
Eso es
parte de la historia de mi pueblo pajarito:
¡Unos
salen pequeñitos y otros grandes! ¡Yo doy fe!
Esta
charla la escuchaba Tita Mirla acurrucada
En lo alto de la rama de un magnífico
arrayán.
- ¡Pobre
tonto! Justifica mi magnífica jugada,
Sin
saber que lo he engañado con astucia y sin afán.
Ser
ingenuo en esta vida donde el pícaro nos roba
Y
aprovecha los esfuerzos del febril trabajador.
Hoy lo
evita la persona inteligente que no es boba,
Con sus
ojos bien abiertos y su espíritu avizor.
La
lección del copetón a quien engaña astuta mirla
La
repiten las leyendas del Madrid encantador.
Hoy
debemos aprenderla y los niños repetirla,
¡Para
luego discernirla cual consejo de valor!
Madrid (Cundinamarca)
Septiembre 17 de 2017