LA CASA
QUIJANO
Por:
Nabonazar Cogollo Ayala
¡Bienvenido visitante!
Te recibo amablemente,
Ven, recorre las
estancias de esta casa señorial…
Donde el tiempo se
percibe detenido en el presente,
De un ayer que cuenta
historias con misterio existencial.
En el viejo Serrezuela
con sus casas solariegas
Y a la orilla de un
riachuelo cristalino en su fluir…
Levantóse esta morada con
sus trazas tan manchegas,
Y una egregia
arquitectura de mozárabe existir.
Con catorce
habitaciones y zaguanes de arabescos,
Recatada con adobes de
magnífico grosor…
Se levantan fuertes
muros entre espacios siempre frescos
Donde crecen azucenas de
aromático primor.
Fue la Casa de Quijanos,
los que un día establecieron,
Nuevos fundos en la
tierra del febril Tibaitatá…
Y con ansias futuristas
estos techos construyeron,
Con aleros y con tapias
que se alzaban más allá.
Albergó generaciones de
lejanos descendientes
De españoles que vinieron
con Quesada a conquistar…
El Imperio de los
Chibchas, de lagunas florecientes,
Y destellos hechos de
oro a la luz crepuscular.
En la niebla sabanera
se ocultaban los caballos
Que arribaban a la casa
al cobijo del hogar…
Mientras tanto la
patrona, entre espléndidos serrallos,
Aguardaba por los hijos
que tardaban en llegar.
Los diciembres eran bellos
y el pesebre majestuoso
Entre musgos de
frescura se extendía en el salón.
Ofrecían las guitarras,
con su cántico armonioso,
Infantiles villancicos
de una rancia tradición.
Y los viejos se
sentaban a contarse añejos cuentos,
Los muchachos recorrían
vericuetos del solar…
La febril caballeriza
perfumada por los vientos,
Entre olores a boñiga
era un mundo por mirar.
Se alumbraban con
espermas y linternas de higuerilla
Que ofrecían
temblorosas sus candelas de emoción…
Era húmedo el ambiente
porque el sol no siempre brilla,
La neblina se sentía
como un velo en su extensión.
Ven te enseño esta
salita del recibo de visitas,
Era íntima y menuda
cual capilla de oración.
Tuvo muebles europeos,
porcelanas y tacitas
Que ofrecían las
dulzuras de canela con cidrón.
En los amplios
corredores del cuadrángulo del centro
Se pintaron medallones
de un anónimo pintor…
Representan sus
paisajes un bucólico reencuentro
Con los tiempos de los
trenes, de los arcos y el verdor.
Aquí hubo biblioteca y
allá cama endoselada,
con cenefas entre velos
sobre el tálamo nupcial…
El amor nació tan puro
como el sol de madrugada
Y creció la parentela del
sarmiento original.
La cocina era muy
amplia con baldosas españolas
De la hornilla poco
queda, crepitaba en la cocción…
Cuando el leño deshacía
su entramado en fumarolas,
E irrumpían las
candelas de su cuerpo en combustión.
En el patio jardinero
se extendían los aleros
Que en cuadrado lo
cercaban con la tapia de pisón.
Allí están los
dormitorios del servicio, los caseros
Tributaban diligentes
el trabajo a su patrón.
Cuatro cuadros hoy nos
quedan de los muchos que adornaron
Estos muros
blanquecinos con su historia por contar…
Aquí hay daguerrotipos,
linotipias que llevaron
La memoria a tiempos
viejos que no quieren olvidar.
Apreciado visitante
esta casa que hoy has visto
Ya le ha hablado a tu
conciencia con pretérito decir…
No la olvides aquí vive
en su aureola un Jesucristo,
Carboncillos hechos
cuadro y hasta un lienzo de zafir.
Entre muros y barandas
de madera recortada,
Esta casa fue la cuna
de una parte de Madrid;
¡No la olvides
visitante! Cuando avistes la alborada
Tu memoria ha de
llevarte a los vástagos del Cid.
Serrezuela aquí palpita
y Madrid la de don Pedro,
Con sus cantos y
leyendas de misterios por doquier.
Te esperamos visitante,
siempre altivos como un cedro,
Los que amamos a esta
casa como un templo del ayer.
Madrid (Cundinamarca)
Junio 14 de 2017